Edgard Garrido es un fotoperiodista de Reuters que en 2019 ganó el Premio Pulitzer en la categoría Breaking News junto con el equipo de la agencia por el tema de los migrantes que viajaban desde Centroamérica hacia Estados Unidos, durante el período del Presidente Donald Trump.
Las imágenes captadas por Garrido en este reportaje y también en conflictos ocurridos en Centroamérica y el Caribe denotan un involucramiento con los acontecimientos diferente al del periodismo tradicional. En lugar de tomar distancia para contar la historia, Edgard dice que es necesario sumergirse dentro de ella.
Garrido estudió periodismo en la Universidad de La Frontera, en Temuco, pero siempre se desempeñó como reportero gráfico, desde que llegó a hacer su práctica a La Tercera en 2005.
El prestigioso galardón fue el fruto del trabajo de un año con un equipo de fotógrafos y productores de la agencia con base en Ciudad de México, pero que anduvo por un territorio que es complejo y que Edgard conoce bien. Vivió cinco años en Honduras, uno en Cuba, y 12 en México.
«Pensé que no íbamos a lograr el reconocimiento al ser los premios Pulitzer estadounidenses y por ser el reportaje sobre algo que no era popular para ese país ni para su gobierno», explica. Edgard estuvo tres meses dentro de la caravana de migrantes. Eso implicaba dormir, comer y vivir con ellos las 24 horas y en las condiciones mínimas en las que ellos subsistían.
«Este trabajo se puede lograr con empatía», explica Edgard. «La rutina diaria permite conocernos, acercarnos a ellos y a que nosotros seamos sensibles con los objetivos que ellos tienen».
-La foto que gana el Pulitzer la tomaste tú, pero el premio es para el equipo. Dijiste que este galardón es más solidario que el de la World Press Photo. ¿Por qué?
-Éramos 11 reporteros. En la World Press Photo el premio es solo para quien sacó la foto. Acá se premia al equipo porque realmente es un trabajo de mucha gente. Yo represento de alguna forma a todos los que estuvieron un año allí. Este equipo hizo un trabajo muy extenso.
-¿Cómo se logra esa foto del premio?
-La foto más famosa la tomé yo, pero estuve medio año fuera de mi casa para lograrla. Es un trabajo de mucho tiempo. La World Press Photo premia la imagen y el Pulitzer premia el trabajo periodístico. Nuestra categoría fue breaking news, eso es impacto, es comunicar una información.
-¿Qué eres: fotógrafo, reportero gráfico o un periodista que anda con la cámara?
-Mi credencial de la agencia dice Photo Journalist. Y tener la formación de un periodista me ha ayudado mucho. Fui corresponsal del New York Times en Centroamérica y también trabajé en Reuters, siempre con la noticia visual con el mejor estándar posible. Esa formación me ayudó a ir dos pasos adelante.
-¿Cómo se logra cambiar el switch respecto del periodismo tradicional?
-Cuando entré a la UFRO quería dedicarme al periodismo visual y que se comprendiera qué era. Logramos generar un cambio de la malla académica para que periodismo no solo fuera redactar y usar la grabadora. Pero no teníamos cámaras. Costó mucho cambiar esa visión.
-¿Y la cambiaron?
-Hice mi práctica en La Tercera como reportero gráfico, pero después no me la revalidaban en la universidad porque exigían que la hiciera como periodista. Muchas veces no se entiende que el periodismo va más allá. En el trabajo de las agencias informativas tienes que hacer de todo. Mi frente en la agencia, si se le puede llamar frente, era el vínculo con los temas de violencia. Tenía que tener empatía con las pandillas, por ejemplo, y en ese trabajo tenía que tomar fotos, grabar videos y redactar. El periodismo involucra eso. Por eso la credencial dice Photo Journalist.
-¡Qué rudo suena estar a cargo de temas de violencia! Más que cómo se vive, la pregunta es ¿cómo se sobrevive ahí?
-Soy una persona muy tranquila y eso me abre paso en esos grupos. Su fuera más extrovertido o excéntrico, tal vez no entraría. Se necesita paciencia. Pero ojo que esto no es solo violencia de sangre. El fenómeno de la migración también es parte de la violencia. Existe una violencia de Estado cuando no se brindan las oportunidades. Me tocó estar con pandillas, con narcos en Centroamérica y México, en muchas situaciones de alto riesgo. Porque en el afán de lograr una nota, corres riesgos, pero la experiencia te da cordura. Gracias a eso salí varias veces bien parado.
-Estar expuesto a la violencia en todas sus formas imagino que afecta la cabeza. ¿Cómo lo haces para mantener el equilibrio emocional?
-Lo psicológico es duro, pero requiere concentración y, principalmente, que no lo descuides. Hay que resolverlo. A mi me ayuda mucho el deporte y la música. Con ellos doy vuelta la página. Cuando viví en San Pedro Sula, Honduras, que era una de las ciudades más violentas del mundo, la cábala era lavar las suelas de los zapatos en la puerta de la casa y no entrar con ellos sucios. ¿Por qué? Porque a veces me tocaba estar en lugares donde hubo masacres, pisar sangre y quizás qué otras cosas que no podían entrar a mi casa. Y la otra es que al abrir la puerta de la casa, lo primero que veías era una bandera chilena. Eso tenía el significado de que entraba en otro territorio, en donde no se recordaba ni se hablaba de todo lo que me tocó ver y vivir.
-¿Cómo sobreviven las agencias informativas en la época donde internet proporciona casi todo lo que las agencias regularmente entregaban?
-Las agencias van buscando nichos para responder al modelo. Y esto pasa fundamentalmente por la calidad. De esa forma establecen la diferencia. Con las redes sociales no puedes competir. Entonces, debes tener mayor calidad y profesionalismo.
-¿Qué tan importante es trabajar con una pauta?
-Importantísimo. Hay que plantearse metodologías, empaparse de los temas. Me gusta mucho estudiar, leer. Antes de ir a Centroamérica leí mucho sobre migraciones. Ordenar bien en la cabeza quién está involucrado y no salir a ciegas, a ver qué pasa. Es prepararse en todo sentido. Y el resultado de eso siempre es un buen trabajo. Y prueba de ello está en el reconocimiento del Premio Pulitzer.}