Piloto de carreras automovilísticas Fiat 600, más de dos décadas de inversión en un deporte que no tiene ninguna ganancia monetaria. Muchas medallas, copas y campeón a nivel nacional el año 2022. De manera paralela se dedica a trabajar en el mundo agrícola como contratista en gran parte del centro sur de Chile en cosecha de arándanos, uva, limones, naranja, entre otros alimentos cítricos. Sin embargo, diversos compromisos inestables y problemas económicos lo mantienen en una crisis.

Por: Carlos Aliaga Jorquera

Son las Fiestas Patrias del año 2004. Ambiente primaveral, olor a asado y empanada de pino en compañía de música chilena se siente al interior de la casa de Juan Troncoso en la comuna de Buin, Viluco. Ya en un estado de ebriedad, va de visita a una junta con amigos en las cercanías de Puente Maipo, y durante el camino se encuentra con unas carreras automovilísticas Fiat 600.

“Comencé a observar, me crucé con unos conocidos y me ofrecieron subirme a uno de esos autos. No había bencina, así agarré una botella desechable de dos litros y fui a comprar”. Con la gasolina en mano, de una manera muy casera utilizan una botella y alambres para instalar en la parte trasera del automóvil.

“Me subí, el cinturón de seguridad era una soga que se sostenía por unos pernos, el auto estaba en pésimas condiciones, la pista era de tierra pero, de igual manera, medio copeteado, competí, corrí y salí último”, recuerda con nostalgia y entre risas esta primera experiencia. “Me acuerdo que me bajé más mareado y desde ahí no pasó una semana y me compré un Fiat a 200 mil pesos”.

Juan Jesús  Troncoso Guerrero (42) casado, padre de tres hijos, trabajador agrícola y piloto de carreras automovilísticas Fiat 600. Cerca de un 1,65 de estatura, cachetón, con problemas de caída de pelo, un leve sobrepeso por el constante consumo de asado y cerveza, ojos achinados y de color café, sonrisa pequeña, tez de piel morena clara y con una barba diseñada en forma de candado.

En su día a día viste de jeans azules, botines y poleras, chalecos y/o parkas de marca Tommy Hilfiger, Lacoste o Polo. El deportista se caracteriza por ser carismático, solidario, optimista y simpático pero, a la misma vez algo serio, directo, conservador, impaciente y terco en ocasiones. 

En Chile el Fiat 600, en relación a lo deportivo, al ser un modelo pequeño y ágil, llega a desarrollar tiempos bastante interesantes y amenazadores para modelos de categorías mucho mayores. Su motor es flexible y potente, a pesar de ser pequeño, en versiones más preparadas roza los 200 km/h, un dato no menor para un modelo de 3,2 metros de largo.

“Acá existen varias categorías que varían por el motor, sexo y edad pero las principales son el Promocional 600, Senior, Clase 2, Turismo Nacional y en la que participo yo, Fiat Abarth”, explica el agrícola. En una jornada normal de competencia, cada una de las categorías realiza dos carreras con 12 vueltas al circuito. La pista puede ser de tierra o pavimento, hay fechas a nivel comunal, regional y nacional pero no existe una competencia internacional, aún así esta disciplina también se realiza en países como Argentina, Brasil y otros de América Latina.

“Juanito”, como le llaman sus cercanos, desde hace más de dos décadas decidió invertir en este deporte, hablamos de inversión porque es una disciplina que no tiene ninguna ganancia económica, sino que el reconocimiento es a través de copas y medallas. “Es un deporte caro, todos le llamamos un saco roto, que quiere decir que uno invierte para nunca recuperar esa inversión”, sostiene Troncoso,  aún así le gustaría que sus hijos sigan con su legado porque considera que es una práctica “bonita y sana”.

Vamos a divertirnos

Domingo 29 de septiembre, son las 8:00 am y hay que levantarse para ir a competir en el Autódromo Pacífico Sport de San Antonio. Juan, junto a su compadre Pablo Guerrero, suben el Fiat al carro que va enganchado a la camioneta e inician el viaje a la región de Valparaíso, en compañía de Sergio Troncoso, hijo de 11 años del deportista y su sobrino Álvaro Guerrero, de la misma edad.

“Hoy no vamos a competir, vamos a divertirnos”, dice Juanito mientras enciende la radio y sintoniza “La Mexicana” 103.7 FM, “Loca María” de los Charros de Luchito y Rafael se escucha al ritmo del silbido del agrícola.

Llegan cerca de las 10:00 am la locación pero, una fuerte y mojada llovizna retrasa el inicio de la competencia. A simple vista se pueden enumerar más de 30 modelos de Fiat 600 por lo que el sonido de motores es constante. El recinto cuenta con una capacidad de hasta 500 asistentes, entre pilotos, adjuntos y público.

La pista tiene un largo de 1.700 metros con un ancho de ocho, para girar de manera segura, en cada carrera se considera un límite de hasta 20 competidores. Cuenta con 45 estacionamientos de estructuras metálicas y techadas que permiten la instalación de los pilotos y su equipamiento. Además, tienen un race de control, que es una sala donde se encuentra todo el sistema de cámaras que están ubicadas a lo largo de todo el autódromo, ambulancia, vehículo de rescate, torre de fiscalización, baños, patio de comida, entre otras instalaciones.

El reloj marca las 13:00 y Troncoso se prepara, su hijo le coloca el casco, mientras su compadre visualiza por última vez el vehículo. Juanito ingresa al Fiat y enciende el motor, se acomoda en la butaca, cinturón puesto, ancla el volante y se coloca y acomoda unos guantes de género de color rojo.

-Chao mi perrito, te amo – Le dice Juan a su hijo, mientras se acerca a darle un beso.

-También te amo – Le responde el niño.

Inicia la carrera y el Fiat azul del contratista se dispara entre los otros competidores. “Mi papá es rápido pero, siempre lo chocan o algo sucede con el auto”, me comenta “Serguito”, mientras no para de grabar a su papá. La carrera va en la vuelta ocho de 12 cuando otro competidor impacta el auto de Troncoso, queda algo inestable pero, logra retomar el circuito, pasando con velocidad a más de cinco pilotos.

“Por estas razones a veces decido no venir, me desanima participar cuando se presta para juegos sucios «hueón» es lo primero que dice al terminar la primera ronda. Inicia la segunda, con una disposición menos ganadora, por lo que culmina ocupando uno de los últimos lugares de la competencia.

Incertidumbre, crisis y peligro

El piloto desde los 14 años se vio obligado a trabajar en el campo porque su papá era contratista. “No fueron años bonitos, mi papá se tomaba toda la plata, le pegaba a mi mamá y a mí también”, lo menciona de una manera inquieta. “Al no tener apoyo de su papá, mi mamá ayudó a Juan a sacar todos los papeles necesarios para que él pudiera legalmente trabajar como contratista», cuenta Carolina, esposa de Juanito.

Desde entonces, lleva cerca de 20 años cultivando uva, kiwi, durazno, cereza, ciruela, arándanos, limones, naranja, entre muchos otros alimentos. “Ahora en este momento me deben más de 180 millones de pesos, mi mayor defecto es ser una muy buena persona y confiar a ojos cerrados, son riegos constantes al trabajar en el campo, me han cagado varias veces”, relata con rabia esta realidad el contratista.

Por otro lado, como todo deporte existen peligros y Troncoso bien sabe de eso. En la comuna de San Vicente de Tagua Tagua durante el año 2010 sufrió un accidente, chocó con otro competidor que lo elevó a más de cinco metros de altura. “Por suerte tenía buen casco, cinturón, jaula y buena butaca, gracias a Dios no me pasó nada pero, el auto quedó inservible”, lo destaca como el suceso más grave. “Yo era muy pequeña, tenía como seis años y fue horrible, pensé que se me moría ahí mismo», así lo recuerda la hija mayor, Thanya.

Logros y futuro

“La carrera más linda y emocionante fue en el año 2022 en el Autódromo Interlomas de Lautaro, Temuco. Corrí en la categoría Abarth 600 con muchísimos competidores y gané, primer lugar nacional, estaba más que contento, me acuerdo que celebré una semana completa, es mi mayor éxito en esta disciplina”, recuerda con ojos de felicidad este suceso.

Thanya Troncoso, hija mayor y también competidora en categoría Ladies, se proyecta en seguir con este legado. “Voy a seguir los pasos de mi papá porque amo este deporte, arriba del auto me olvido de todos mis problemas, es otro mundo, me desestreso y me quito todas las malas energías”, concluye con ilusión la estudiante de obstetricia.

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