Por Benjamín Iturra
El tenis ha sido obsesivo para cruzarse en la vida de Guillermo Gómez, el técnico de los medallistas de plata panamericanos Tomas Barrios y Alejandro Tabilo. Llegó a empuñar una raqueta casi por accidente, para superar un trastorno que lo afectaba en su niñez. Y cuando quiso dejar este deporte, le surgió la opción de ser entrenador hasta llegar a ser el más cotizado del medio local y con un importante logro que exhibir: dirige a dos de los tres mejores jugadores del país.
Tomás Barrios disputaba la final de singles de los Juegos Panamericanos contra el argentino Facundo Díaz. El espigado tenista chileno miraba en todo momento a la esquina norponiente de un atiborrado court central del Estadio Nacional que lo alentaba sin cesar. Si bien todo el mundo creía que el blanco de sus miradas era Fernando González, el verdadero foco estaba puesto en quien estaba parado al lado del campeón olímpico. Guillermo Gómez, el entrenador de Barrios, pasaba inadvertido entre la muchedumbre, y tenía comunicación permanente con él a través de la mirada. Un par de señas del coach ayudaron a que el chillanejo ganara el segundo set y pudiera emparejar la cuenta. El público cercano arengaba a González para dar buenas instrucciones, pero realmente era Gómez quien empleaba todos los recursos de la comunicación no verbal para levantar a su pupilo. Si hablaba, Tomy podía ser sancionado por “coaching”, la regla que prohíbe a los entrenadores dar instrucciones durante los juegos. Ante la impotencia de no poder abrir la boca, las señas de Guille fueron insuficientes. La medalla de plata era meritoria y daba los pasajes a los Juegos Olímpicos de París 2024, pero ellos querían el oro.
Guillermo Gómez es una especie de padre tenístico de Barrios y de Alejandro Tabilo, dos de los tres mejores jugadores del país y medallistas panamericanos. Tomás logró presea de plata en individuales y dobles en Santiago 2023. Alejandro le ganó el domingo al número uno del mundo, Novak Djokovic, en el Abierto de Roma.
La preparación para los Panamericanos no fue solo en la cancha. El gran evento requería algo más. Guille Gómez, como lo conocen en el tenis chileno, estuvo trabajando constantemente para que sus pupilos llegaran bien a los Panamericanos. “Había algo especial. Si bien ellos como tenistas van todas las semanas compitiendo por el mundo, el ambiente único del court central del Estadio Nacional requería de mucho trabajo mental. Estuve viajando las semanas previas con ellos y preparándolos para que llegarán de mejor manera a esa instancia”, contó Guille.
Una característica que llama la atención de Gómez es que nadie habla mal de él, un mérito dentro del competitivo mundo del tenis, donde la descripción de los méritos propios muchas veces se basa en desmerecer a los demás, especialmente en la galaxia de los entrenadores. Y pasa también con los jugadores, que a veces ya no soportan a sus técnicos.
“Guillermo no solo los entrena, también los cuida y los acompaña. Alejandro Tabilo se vino de Canadá a prácticamente vivir con él. Eso fue hace varios años y siguen juntos. Eso te dice mucho”, explica Nano Zuleta, el entrenador que formó a Nicolás Massú.
Zuleta tuvo a Gómez como dirigido cuando era tenista profesional y destaca sus cualidades: “Ha tenido inteligencia para manejar una academia de tenis en Santiago y dentro de un club que socialmente no es fácil como el Providencia, pero él supo instalarse ahí con un equipo de gente que pertenece a su generación. También ha tenido la habilidad para llevar a los jugadores que están en la transición a profesionales y tiene a dos que están entre los 100 mejores del mundo”.
El tenis como un remedio
Guillermo Gómez es oriundo de Chillán. No era fanático del tenis, pero llegó a jugarlo y a tener figuración nacional casi por accidente. “Es graciosa mi llegada al tenis. Yo era un niño hiperquinético y el médico me mandó a hacer algún deporte. No sabía que vivíamos a cuatro cuadras del Club de Tenis en Chillán. Era lo que me quedaba más cerca de la casa”, explica.
Gómez fue destacado a nivel nacional y logró puntos ATP con un ranking que rondó el 700°. Fue en ese momento, en 2004, que participó de un grupo de trabajo a cargo de Zuleta. Los emblemáticos de la escuadra de preparación eran Gamonal y Adrián García, quienes jugaban en el equipo de Copa Davis con Fernando González y Nicolás Massú. En un segundo orden venían los zurdos Juan Felipe Yáñez y Álvaro Loyola, además de Philippe Harboe. Todos tenían el sueño de emular a los campeones olímpicos y sumarse con ellos en el gran circuito del tenis mundial. El desempeño de Guille le permitió llegar a torneos menores y, eventualmente, a la categoría de los challengers, pero lejos de las grandes bolsas de premios en dólares que daban los ATP.
“Guille era de los más trabajadores en ese grupo. Me llamaba la atención lo analítico que era. En eso se parecía a (Nicolás) Massú, que revisa los detalles y habla mucho sobre tenis”, explica Zuleta.
“Una característica de Guillermo es la pasión y su interés por aprender y mejorar. Como entrenador trabaja igual que como lo hacía cuando era jugador, tanto en lo físico y en lo técnico”, agrega el reconocido técnico.
Después de un tiempo, a Gómez le quedó claro que no sería un súper campeón y que jugar profesionalmente al tenis difícilmente le daría números azules. Por eso, comenzó a ver opciones. “Presentía que no iba a ser tan bueno y opté por estudiar. Me matriculé en ingeniería comercial en la Universidad Gabriela Mistral y el tenis en ese momento pasaría a ser un buen recuerdo”, cuenta Gómez. Pero el quiebre en la historia no tardó mucho en llegar: “Estando en la universidad me llegaron ofertas para entrenar a tenistas juniors. No era lo que tenía previsto, pero me servía para pagar los estudios. Comenzó a irme bien y, casi sin querer, llegué de nuevo al tenis”.
Los resultados fueron mejorando y Gómez, con visión empresarial, se la jugó por un proyecto. Formó la Academia Alto Tenis e invitó a sus amigos Juan Felipe Yáñez y Álvaro Loyola. Alto Tenis era como el grupo de trabajo de Nano Zuleta, pero con más formalidad e infraestructura.
Al grupo de Alto Tenis se sumó Marcelo Clavero, quien fue el preparador físico de Gómez cuando era tenista, en 2003. “Ha sido un placer trabajar con él porque Guille siempre ha sido muy buena persona. Estuvo preocupado por sus trabajadores, especialmente en el periodo de la pandemia. Y en el trabajo te deja ser, te deja crecer y deja que hagamos aportes desde nuestras veredas”, explica Clavero.
El Tomy y el Ale
El éxito de Gómez y Alto Tenis daba que hablar. Fue así como Gonzalo González, entrenador del promisorio juvenil Tomás Barrios tomó contacto con Gómez en 2015 para que trabajara con el tenista de 1,92 metro de estatura. Aunque ambos son originarios de Chillán, nunca coincidieron en esa ciudad y solo se vieron en Santiago. Llevan ocho años juntos y Gonzalo González sigue trabajando con ambos. De hecho, fue él quien bautizó el golpe más popular de Barrios, el “longa shot”, un drop shot que se controla tomando la raqueta por la cabeza y que han imitado destacados jugadores como el griego Stéfanos Tsitsipás. El nombre, por cierto, es un homenaje a las longanizas de Chillán.
“Con Guille tenemos una extraordinaria relación de ocho años que a mí me tiene muy cómodo”, detalló Tomás Barrios en una entrevista con La Tercera previa a las Finales de Copa Davis de septiembre pasado en Bologna. La pareja estuvo en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y el próximo año estarán en las canchas de Roland Garros compitiendo en la cita de las cinco anillas de París 2024.
Guille Gómez cuenta que estaban con Tomás Barrios compitiendo en Brasil cuando se les acercó un flaco alto, con un español agringado. Era un canadiense hijo de chilenos que quería vivir en Santiago y no tenía entrenador. Fue así como se les sumó Alejandro Tabilo.
“El cambio en mi carrera se produjo cuando me fui a vivir a Chile y a entrenar con Guillermo Gómez en la Academia de Alto Tenis. Me ayudó mucho a despegar y agarrar confianza, porque sabía que podía estar entre los mejores. Se hizo más fácil ir a jugar los partidos, con la misma intensidad que se necesita contra todos los rivales. Ha sido una linda experiencia y me encanta mucho vivir en Chile, estoy muy contento con la decisión de vivir acá”, comentaba el zurdo Tabilo en una entrevista con ESPN en octubre de 2019.
Tabilo y Barrios confían irrestrictamente en Gómez. Incluso, han solicitado que asista a las series de Copa Davis con ellos y mantiene comunicación directa todo el año con el capitán Nicolás Massú. “Guille es muy táctico. Es una gran característica de él. También que se toma su tiempo antes de una decisión en particular o del equipo. Creo que lee muy bien al rival y eso ha hecho que Tomás (Barrios) y Alejandro (Tabilo) hayan ido escalando durante estos años y lograran rondar el Top 100”, explica el preparador físico Marcelo Clavero.
“Cuando se junta con Alejandro, Tomás y Gonzalo Lama, hacen asados. Y cuando nosotros viajamos con ellos se arma un ambiente rico”, explica Constanza Pacheco, la esposa de Guille Gómez, quien conoció a su marido porque era compañera de universidad con Juan Felipe Yáñez.
Cony no se complica para dar la radiografía del grupo: “Tomás es un guaguatero. Lo conozco hace más de 10 años y vi el proceso que han tenido con Guille. Ale, en tanto, no la viene pasando bien y la gente no sabe eso. Lo de Ale va más en lo emocional y debe ser porque está lejos de su familia, algo que nosotros intentamos retribuir con cariño”, agrega.
La persona detrás del técnico
“Guille es introvertido, es muy tímido. No es tan sociable, le gusta mucho estar en la casa y como papá es un siete. Juega al tenis con sus hijos y aprovecha de estar con ellos. La lloramos cuando no está”, explica Pacheco, quien detalla que su esposo no tiene redes sociales: “Lo hace por sanidad mental. Cuando los chicos ganan es el mejor del mundo y cuando pierden, le llueven las críticas. Por eso no tiene redes sociales”.
Gómez es un tipo hogareño y su plato favorito son las albóndigas con salsa de tomate y los asados. Pero también le gusta estar en su academia y ver a los amigos de toda la vida. Aunque trabaja con varios de ellos, no es mucho el tiempo que les queda para compartir.
“Trabajamos juntos desde 2013, pero sólo hemos podido viajar dos veces con nuestros jugadores y por pocos días. Una vez Tomy Barrios ganó un Futuro en Estados Unidos y paramos en un outlet. Guille se bajó y regresó con un presente para mí. Me dijo que me lo debía hace tiempo, desde que era jugador en 2003. O sea, 10 años antes. Me emocionó porque significaba que algo le había quedado de lo que hicimos cuando era tenista. Eso habla bien de él”, cuenta Clavero.
Guille quiso cambiar la ingeniería comercial por el tenis, pero no pudo. Si bien la estructura de la su Academia cuadra con la teoría de los negocios y las finanzas, es el tenis lo que le da el sustento, las satisfacciones y el contacto con los amigos de toda la vida.
Al costado de una de las canchas del Club Providencia, donde trabaja a diario, Gómez se coloca la mano en el mentón y reflexiona en voz alta: “¡Chuta! Ser técnico es algo que me apasiona y que hago relativamente bien. No puedo quejarme”.