Entre sus participaciones más exitosas, en 2023 igualó la mejor marca registrada en Chile en el Mundial de vóleibol playa en Tailandia Sub 21 con un quinto lugar y el 2022 fue campeón sudamericano Sub 21 en Perú. Sin embargo, detrás de la joven promesa hay un proceso psicológico ligado a reflexiones profundas que lo han impulsado a conseguir sus objetivos, junto con significados y momentos especiales de su vida que han determinado con el tiempo una personalidad combinada de la transformación constante y la superación diaria a pesar de la adversidad.

Por: Ítalo Sanhueza

Al mediodía de un martes, Thomas (20) regresa de entrenar vóleibol playa en el Parque Peñalolén, templo de entrenamiento que lo ha visto forjar su mentalidad avasalladora y rendimiento para ser campeón del Sudamericano Sub 21 en Lima y un quinto lugar en el Mundial Sub 21 de Tailandia el año pasado, entre otras participaciones.

Luego de adelantar una hora la reunión programada envía un WhatsApp diciendo que viene “bajando por Providencia”. Diez minutos después llega, en un auto grisáceo escuchando a gran volumen “Vea Pues” de Easykid como si estuviera teniendo el mejor día de su vida transmitiendo una vibra relajada y alegre. Ya en pie con su metro ochenta y cinco de altura, camina a la banca mientras cuenta que desde las nueve estuvo respondiendo y bloqueando ataques.

“Todo empezó en el vóley de piso”, comenta. El nacido en Santiago, a los 14 años dio sus primeros pasos en el vóleibol indoor en el Club Providencia de Santiago, conjunto con el cual logró levantar “un par” de ligas escolares, dice. En cada equipo que juega siempre destaca mucho por su gran juego de armador, tanto así que ha sido capitán en todas las categorías por las que jugó.

Sin embargo, con el paso del tiempo se da cuenta de que “quería ser un jugador que destacara por mi rendimiento y no tanto por el de otros jugadores, quería hacerme notar más”, razón por la que a los 18 años se movería al vóleibol sobre arena, un deporte más individualista, y claro, también con un testigo constante, el sol.

A él y a su hermano Jesús (quien hace dos semanas se fue a vivir a Estados Unidos), cuando eran chicos, su padre Marco les decía que “tienen que disfrutar siempre lo que hagan, pero con una condición, que lleguen siempre antes que el segundo”. Los pequeños Acevedo competían en carreras de motocross desde los cuatro a los nueve años, cultivando así la competitividad que hoy los caracteriza.

Una sana costumbre

Mientras ajusta sus lentes de vóleibol playa revela que suele hacer mucho autodiálogo durante los enfrentamientos, se arenga psicológicamente vaya bien o mal el partido. Es una “sana costumbre” que tiene para mantenerse enfocado, asegura.

Termina sus días pensando positivo y convenciéndose de que el día siguiente será mejor y tendrá más oportunidades para progresar, pero “nunca” se va a dormir sin antes rescatar el esfuerzo hecho, “para mí es muy importante validarme aunque haya podido hacerlo mejor porque hace que me sienta con más confianza sobre mi libertad de decisión en los partidos y en la vida en general”, también explica que cada vez que su dupla comete errores, él se los atribuye como si fueran de él haciéndose “cargo”.

Visiblemente incómodo ante la pregunta, mantiene cinco segundos de silencio, se refriega la nariz con un profundo suspiro y relata que “mi familia no es convencional, cada uno tiene sus metas y estamos el uno para el otro siempre, pero cada uno tiene su mundo”. Para él, el mejor aporte que puede hacer un papá con su hijo es no meterse en las decisiones que tome o no manipularlo para ese fin, pues eso da un gran crecimiento en la formación como deportista para poder tomar decisiones, cambiar de lugar y “tener personalidad para plantarte en la vida”, aconseja.

En paralelo a su deporte, está cursando el primer año de administración de empresas en el Duoc UC, luego de cambiarse el año pasado de la carrera de entrenador deportivo en la Universidad Andrés Bello. Algo que recalca mucho es que la evolución que ha determinado los caminos en su vida ha sido fruto de “aprender a errar y abrazar esos errores, disfrutar ser primero y disfrutar ser último”.

Reflexiones entintada

Hunter X, un anime que para algunos puede parecer solo una serie fantasiosa, pero para él es mucho más que eso, fue un salvavidas. “Lo vi en un momento muy malo, yo diría que demasiado malo, estaba en una situación mental, física y emocional pésima”, recuerda mientras acaricia su araña tatuada en su antebrazo que representa a Kuroro.

Se acomoda en su asiento mientras posiciona su pierna izquierda sobre su otra rodilla y con gran entusiasmo explica que este personaje tiene la capacidad de que cuando está con otros y les ve sus poderes, puede adquirirlos anotándolos en una libreta.

“La reflexión que saqué de esto y que fue tan importante para mí de ver las cosas de otro modo, es que cada vez que estoy con alguien, busco encontrar lo que mejor hace y lo que más me puede aportar y adquirir esa habilidad de otra persona de forma positiva”, dice que esto le facilita mejorar su personalidad y conseguir herramientas para replicar lo mejor de los demás encontrando un constante aprendizaje.

Y del lado exterior del mismo brazo tiene tintada una serpiente, la cual se hizo en 2022 y recuerda con gran cariño porque representa el cambio de piel que vivió al pasar de vóleibol de salón al deporte de playa, lo define como “el poder de transformarme sin perder mi identidad, mi esencia”.

Eso si, hay otro diseño muy especial que quiere inmortalizar prontamente, se trata de la canción “Don’t stop believin’” que cuando “mi viejo la escucha se le paraliza el mundo, me la tatuaría no por la canción sino que por lo que causa en él, ese sentimiento me encanta y siempre me recuerda mucho a él, aparte la frase de nunca dejes de creer es muy bonita”.

Ya sintiéndose un poco más abierto y cómodo, invita a ver el anime “Espíritu de Lucha”, garantiza que si a uno le gustan películas como “Rocky”, es la serie ideal porque también es de boxeo y de superación. Mientras se toca su aro izquierdo con forma de cruz, relata un fragmento en donde “Takamura se para como a las tres de la mañana a pegarle al saco de boxeo porque el loco tenía mucha hambre porque se comía un tomate al día para cortar el peso, y son cosas raras que le pasan a los deportistas al final”.

Ya sentado junto a su pareja, Viviana Urretaviscaya (19), cuenta entre risas que se conocían desde “chicos” pero que no había interés de ella. Dice que se conocen cuando su mejor amigo de ese entonces salía con la hermana de ella. Mientras relata, la voleibolista irradia incomodidad al escuchar que se salta una parte importante de la historia, pero no dice nada.

Y es que él tuvo una relación con su hermana, Fabiola Urretaviscaya, antes de estar con Vivi. Pero sin ánimos de seguir entrando en ese tema, ella desvía la conversación y confiesa que cuando lo conoció era “super amurrado” pero él remacha y dice con risas que también era pesada.

En el ámbito deportivo valoran compartir la pasión y ser seleccionados del mismo deporte porque “entrenamos juntos cuando nos toca pesas, en los entrenos en Peñalolén y nos entendemos cada vez que uno anda bien o anda mal, siempre que tenemos ratos libres los ocupamos solamente para descansar”, dice ella cubriéndose sus ojos cristalinos del sol, pero Acevedo (sin molestia alguna gracias a sus lentes) contesta que “ella duerme harto y es más desordenada con la comida y horarios, en cambio yo me monitoreo mis siestas con alarmas, soy así también con pesar las comidas y con mis horarios, soy muy de seguir mi pauta”.

Autor

Share.
Leave A Reply

Exit mobile version